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La huida

La dedicación devuelve la bala

y mirar fijamente al mijo del cielo,
fotocopia al cuchillo en la memoria.

Las bestias del olvido jamás se sometieron.
Bastardos,
suertudos creyentes del poder de las tinieblas
aunque inexpertos de la fe,  
capullos.
Recuerda que la mano que gira el reloj
abre el libro.

Cesa el llanto,
reza.
No.

Canta y baila en la mitad de la plaza
pa’qué la luna se pierda
en su larga reunión de té.
En tiempo de brujas,
conocer el pueblo
arrepiente las ganas de éxtasis.

El miedo recauda más medidas que las de Atahualpa.
Mermelada coagulada mientras se levanta el Inti Queen.
Clarificada la luz,
se va.     
El ratón
no oculta su queja a mi desafortunada presencia.

 

De retorno a la casita de soledad campestre,
la desdichada,
en ruedas sobre el gran puente oscuro
inconsolable chispea rabietas tras una ventana.

Indigesta y recostada escupe cansancio.

Incluso el cerebro repele el frío,
necesarias alucinaciones perversas,
rogamos ilusiones… unita.

Resistiremos escribir insomnes
y ver partir el alma
a la espera de otra noche larga.

¿Es que se equivoca el alma al darse enterita?

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