No toleras esa tristeza, y tampoco luchas. La falta de identidad nos hace vulnerables al ataque. Los gritos, las miradas, la malnacida fuga de ideas, vestigios de desfiles que enaltecen al pensamiento y lo hunden en estimulación sin fin. La realidad infinita sobrepasa la superficialidad; la primavera rapaz, indolente mordedora del pecho escucha cómo la oscuridad planea sobre la Tierra. El último grupo de polillitas evacúa el cadáver de aquel fantasma. Tras la invocación, la voz se torna pesadilla irritadora de la paz. Junto a la chimenea con ojos de fuego el sol olvida el atardecer. Las piernas largas que se desnudaban en tu alcoba no vuelven, aunque esté fermentado ese saborcito a piña colada. Ignoras las alimañas, sigues con tu conejo misterioso en ambas manos cerradas. Las cáscaras secas perecen relatando que orquestarían el vacío del mundo. Los esferos necesitan terminar su tinta, ¿la letra se aplacará con el silencio o, acaso la higuera podrá agarr