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I Parte

Orgullo y prejuicio
 

“Con frecuencia,
nuestra vanidad es la que nos llama a engaño


Es,
la caminata del ciego pidiendo redención.

Humanos grotescos y sublimes,
sin dudar en absoluto la sobrevivencia
podrían en la diferencia, tocar cual ser extraído del polvo de planetas
los surcos de objetos con tersura, o
animarse dramáticamente
a colorear las legumbres.

Corroboraríanse las afirmaciones
de esa magia pergaminada
durante cientos de años fosilizados,

besar el gustillo nuclear frutal por suma delicia.

Mas,
entretenido en sirenas,
los ratones se acostumbraron al perfume de gardenias
chorreándoles
los talones entre melenas.

El suelo o el basurero
se presentan como el mejor baúl
de las cartas cursileritas
de sollozos
de tragedia enamorada a lo idiota.


Manuela Sáenz & Catequilla, Mitad del Mundo.

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Principio

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Nubosidades

No toleras esa tristeza, y tampoco luchas. La falta de identidad nos hace vulnerables al ataque. Los gritos, las miradas, la malnacida fuga de ideas, vestigios de desfiles que enaltecen al pensamiento y lo hunden en estimulación sin fin. La realidad infinita sobrepasa la superficialidad; la primavera rapaz, indolente mordedora del pecho escucha cómo la oscuridad planea sobre la Tierra. El último grupo de polillitas evacúa el cadáver de aquel fantasma. Tras la invocación, la voz se torna pesadilla irritadora de la paz. Junto a la chimenea con ojos de fuego el sol olvida el atardecer. Las piernas largas que se desnudaban en tu alcoba no vuelven, aunque esté fermentado ese saborcito a piña colada. Ignoras las alimañas, sigues con tu conejo misterioso en ambas manos cerradas. Las cáscaras secas perecen relatando que orquestarían el vacío del mundo. Los esferos necesitan terminar su tinta, ¿la letra se aplacará con el silencio o, acaso la higuera podrá agarr
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