Orgullo y prejuicio
“Con frecuencia,
nuestra vanidad es la que nos llama a engaño”
Es,
la caminata del ciego pidiendo redención.
Humanos grotescos y sublimes,
sin dudar en absoluto la sobrevivencia
podrían en la diferencia, tocar cual ser extraído del polvo de planetas
los surcos de objetos con tersura, o
animarse dramáticamente
a colorear las legumbres.
Corroboraríanse las afirmaciones
de esa magia pergaminada
durante cientos de años fosilizados,
besar el gustillo nuclear frutal por suma
delicia.
Mas,
entretenido en sirenas,
los ratones se acostumbraron al perfume de gardenias
chorreándoles
los talones entre melenas.
El suelo o el basurero
se presentan como el mejor baúl
de las cartas cursileritas
de sollozos
de tragedia enamorada a lo idiota.
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